jueves, 30 de agosto de 2007

Santo

En las ramas de los tilos encendidos
se repite el fulgor flavo de occidente:
hay un fuego puro y hondo en cada hoja
que refleja las auroras tras el mundo.
En el luco circular de luz de niebla
que desciende blanca en haces de las ramas,
un inmenso y solo tiempo yace oscuro
en la charca de agua tensa y negro lecho,
una sola hiedra lenta asciende inmóvil
sobre el roble hacia la bóveda más tenue
de las horas amarillas como cielos
de altos soles que descienden por el Día
a morar el Agua enorme tras el mundo.
Hoscos ruidos nemorosos se repiten:
los sagrados aleteos en la bruma,
los bramidos sordos, vientos escondidos
en las frondas de los árboles salvajes.
Tras las hojas donde se refleja el Día,
donde yace la Hora inmóvil del gran luco,
siempre atrás de aquellas hojas repetidas,
siempre atrás del aire oculto tras las hojas,
más allá del signo oscuro de la hiedra,
la que asciende sobre el roble consagrado,
más allá del roble axial del bosque antiguo,
de los álamos que indican la tormenta,
de cipreses que señalan la alta noche,
más allá del fulgor flavo de occidente,
es tremendo inmenso el ancho Trueno enorme
que bramó desde el principio en la tormenta,
sobre el ronco mar que graba negras rocas,
sobre ramas en los némores que crujen,
en la gran oscuridad nocturna y sacra,
sobre el centro del lugar abierto al cielo,
más allá del signo oscuro de la hiedra
en el centro del estanque arcaico y quieto,
siempre sobre aquellas hojas repetidas,
las que ocultan la Hora inmóvil del gran luco.
Se estremecen ya en el aire bajo el Día
de estupor las aves altas en silencio:
lo han oído más allá de la ancha bruma
y del cielo tenso y hondo de la noche.
Han oído el hosco ruido repetirse
hasta sobre el Agua enorme tras el mundo,
donde van los soles muertos por el Día
en las horas amarillas de los cielos.
Han sabido sobre el roble un signo antiguo
que tronó sobre la hiedra, santo, inmóvil:
un fragor inexorable y poderoso
en su inmensa majestad de viento oscuro,
viento augusto de violencia inconcebible,
sobre el luco circular de luz de niebla,
muy arriba sobre el gran bosque del mundo
como un fuego puro y hondo tras el tiempo.
Se repite el fulgor flavo de occidente
en las ramas de los tilos encendidos.